*Fundado en 1952 gracias al empresario español Emilio Ramón Vacas, el lugar ubicado en el Centro Histórico de la ciudad de Puebla fue restaurado en 2005 con la guía del Instituto de Antropología e Historia (INAH) y la visión del empresario Pedro Ocejo
Guadalupe Bravo
Puebla, Pue.- Imponente, pulcro y sofisticado, es como podría describirse al Edificio Vacas, un inmueble que habita en el Centro Histórico de Puebla y que ha resistido los cambios en la urbanización, el abandono y los sismos.
Su fachada blanca con enormes vidrios azules en las ventanas, se mimetiza con el cielo aborregado de la calle 9 norte en San Pedro de los Frailes. Sus 42 metros de altura, que le valieron ser el edificio más alto de la capital poblana hasta la década de los ochenta.
Se fundó en 1952, gracias al empresario español Emilio Ramón Vacas, sobre quién pesaba un halo de misterio, pues había rumores de que era rico por contrabando de licor.
Pero también fue un hombre visionario que deseó tener una edificación para arrendamiento adelantada a su época. Para ello, le encargó al ingeniero Mariano Martín Pastor incorporar el estilo art decó al inmueble, el cual tiene influencias de cubismo, constructivismo y futurismo.
La innovación era un mandamiento de Martín Pastor, quien trabajó en el entubamiento del Río San Francisco, por lo que el encargo resultó ser un reto que estuvo dispuesto a cumplir.
Gracias a esta visión, se elevaron siente pisos de exquisita arquitectura, con pináculos en la azotea, columnas en forma de cruz y rosetones.
Se construyeron cuarenta y dos enormes departamentos con hermosos arcos que fueron el hogar de decenas de familias adineradas que podían pagar el precio de vivir en una obra monumental
Además, el inmueble contaba con estacionamiento subterráneo, un elevador, un cubo de incineración y hasta un sistema de distribución de gas.
Sin embargo, el sueño duró poco. Pues en la década de los noventa la familia de Emilio Ramón Vacas llegó a un desacuerdo legal por la administración del lugar, por lo que fue abandonado.
El gigante blanco yacía solitario en medio de la jungla urbana, debido al descuido de la familia. Los únicos observadores de su belleza eran los transeúntes, quienes diariamente admiraban su grandeza por fuera.
Una majestuosidad que se tambaleó con el sismo de magnitud 7.0 de 1999, qué cimbró al municipio de Tehuacán y alcanzó a la ciudad de Puebla. Así como al vestíbulo y al primer piso del inmueble. Las fisuras marcaron la indiferencia que lo había derruido.
Pero no fue hasta el 2005 que el empresario Pedro Ocejo lo volteó a ver, y no solo por su magnitud, sino para restaurarlo con la guía del Instituto de Antropología e Historia (INAH).
Interesado en devolverle la belleza al Centro Histórico, conservó la esencia del inmueble gracias a la restauración que hizo el arquitecto Sergio Gallardo.
Ahora, las columnas y arcos que separan los locales del alto relieve del primer piso resguardan una tienda de pinturas, una casa de empeño y un local de accesorios. El transporte público circula en su periferia y el bullicio de las personas y los camiones son el ambiente que lo envuelve.
Los departamentos se pusieron nuevamente en venta, el elevador se volvió a encender y la vida regresó al interior del edificio, el cual posee una grandiosa vista panorámica de la ciudad que día a día crece y lo invade.